A muchos sorprende que el Barcelona lleve toda la temporada quejándose de los arbitrajes y montando numeritos como el de mandar a un abogado a denunciar que un falangista había presionado a un linier (anónimo, por supuesto) para que perjudicara al Barsa en un clásico. De nada sirve tener un balance de penaltis de 10 a favor y 0 en contra (el Madrid 5 a favor y 3 en contra), ser el equipo que menos tarjetas recibe pese a sus tácticas de acoso y presión a los árbitros o llevar no sé cuantos goles metidos en fuera de juego. Todo esto no es suficiente, tanto directivos, técnico, jugadores y esbirros mediáticos claman indignados por el "maltrato arbitral". Ya digo que a mucha gente sorprende esta actitud, pero no es mi caso, primero porque el cinismo es el rasgo más acusado de la identidad barcelonista y segundo porque este año tocan elecciones en la RFEF y creo que ahí puede estar la explicación de esta campaña de presión barcelonista.
Las elecciones de la RFEF se celebran el año que hay Juegos Olímpicos, es decir, cada cuatro años. Villar ganó en 1988 y lleva renovando el cargo desde entonces sin demasiada oposición salvo en las de 2004, cuando tuvo un duro rival en Gerardo González, que era entonces Secretario General de la Federación.
Es importante recalcar que González era un alto cargo de la RFEF porque la estructura y reglamento de la institución impide en la práctica que nadie de fuera del círculo próximo de Villar pueda aspirar a desbancarle. Pues bien, Gerardo González contaba con el apoyo de todos los clubes profesionales de fútbol que habían acordado en la LFP votarle en bloque. Pero a última hora Joan Laporta traicionó al resto, apoyó a Villar y el Barcelona inició la mejor época de su historia: Siete Ligas de diez posibles y cuatro Champions League de las cinco que tienen en su palmarés (no olvidemos que Villar ha sido presidente de los comités de árbitros de UEFA y FIFA).
Pues bien, este año se repiten las circunstancias de 2004 y el Secretario General de la RFEF y antigua mano derecha de Villar, Jorge Pérez, se presenta a las elecciones e, igual que hace 12 años, la Liga de Fútbol Profesional anuncia su rechazo al actual presidente. Pero este no se corta, lo primero que ha hecho ha sido reducir el número de integrantes de la Asamblea General (los que votan) de 180 a 140 y los clubes profesionales pasan de tener 30 asambleístas a 20.
Además Villar no se queda ahí, en un alarde de despotismo que sorprende incluso en él, se niega a revelar cuántos asambleístas corresponden a cada territorio. Es como si fuéramos a unas Elecciones Generales sin saber cuántos diputados corresponden a la Comunidad Valenciana, Galicia o Andalucía. ¿Qué pretende con eso? Muy sencillo, condicionar el número de votos de cada territorial al apoyo que le ofrezcan, además de ocultar hasta el último momento quienes son los miembros de territoriales, jugadores, entrenadores, árbitros, equipos aficionados, de fútbol sala, etc, que tienen derecho a voto para evitar que les pueda "tocar" su rival.
El Consejo Superior de Deportes no le acepta estos cambios y además le amenaza con inhabilitarle por unos supuestos favores al Recreativo de Huelva que le permitieron inscribirse en la competición gracias a un préstamo irregular para pagar a jugadores y al entrenador despedido, pero también en las elecciones 2008 tuvo un enfrentamiento con el CSD y Villar se acabó saliendo con la suya bajo la amenaza de echar al fútbol español de todas las competiciones FIFA y UEFA. En todo caso, si Villar no pudiera presentarse se encargaría de dejar todo atado y bien atado con un heredero que le permitiera seguir manejando el cotarro.
¿Qué pinta aquí el Barsa? Al igual que en 2004 Villar va a necesitar todos los apoyos que pueda reunir. Y no se trata sólo del simple voto que tiene el Barcelona como equipo de Primera División (en la Asamblea vale igual el voto de un club de Primera que el de un árbitro aficionado), sino de todos los votos que arrastra en Cataluña un club que en su región controla todo lo que se mueve en fútbol (y en lo que no es fútbol). Y ahí es donde entra la campaña de exigencias del Barcelona que estamos viendo últimamente: No piensan facilitar la reelección de Villar gratis, saben que su apoyo puede ser tan crucial como el que le dio Laporta en su momento y no se lo van a poner fácil. Que les pite Clos Gómez en las salidas complicadas y Undiano en los partidos ante rivales como Madrid y Atleti no parece suficiente, quieren más. Y Villar está dispuesto a dar, posiblemente vuelva a quejarse a Bartoméu lo mismo que a su antecesor Rosell, "qué más quieres que te dé, Sandro", pero al final acabará complaciendo al Barcelona, como lleva haciendo, no años, sino décadas.
Las elecciones de la RFEF se celebran el año que hay Juegos Olímpicos, es decir, cada cuatro años. Villar ganó en 1988 y lleva renovando el cargo desde entonces sin demasiada oposición salvo en las de 2004, cuando tuvo un duro rival en Gerardo González, que era entonces Secretario General de la Federación.
Villar y Bartoméu |
Pues bien, este año se repiten las circunstancias de 2004 y el Secretario General de la RFEF y antigua mano derecha de Villar, Jorge Pérez, se presenta a las elecciones e, igual que hace 12 años, la Liga de Fútbol Profesional anuncia su rechazo al actual presidente. Pero este no se corta, lo primero que ha hecho ha sido reducir el número de integrantes de la Asamblea General (los que votan) de 180 a 140 y los clubes profesionales pasan de tener 30 asambleístas a 20.
Además Villar no se queda ahí, en un alarde de despotismo que sorprende incluso en él, se niega a revelar cuántos asambleístas corresponden a cada territorio. Es como si fuéramos a unas Elecciones Generales sin saber cuántos diputados corresponden a la Comunidad Valenciana, Galicia o Andalucía. ¿Qué pretende con eso? Muy sencillo, condicionar el número de votos de cada territorial al apoyo que le ofrezcan, además de ocultar hasta el último momento quienes son los miembros de territoriales, jugadores, entrenadores, árbitros, equipos aficionados, de fútbol sala, etc, que tienen derecho a voto para evitar que les pueda "tocar" su rival.
El Consejo Superior de Deportes no le acepta estos cambios y además le amenaza con inhabilitarle por unos supuestos favores al Recreativo de Huelva que le permitieron inscribirse en la competición gracias a un préstamo irregular para pagar a jugadores y al entrenador despedido, pero también en las elecciones 2008 tuvo un enfrentamiento con el CSD y Villar se acabó saliendo con la suya bajo la amenaza de echar al fútbol español de todas las competiciones FIFA y UEFA. En todo caso, si Villar no pudiera presentarse se encargaría de dejar todo atado y bien atado con un heredero que le permitiera seguir manejando el cotarro.
¿Qué pinta aquí el Barsa? Al igual que en 2004 Villar va a necesitar todos los apoyos que pueda reunir. Y no se trata sólo del simple voto que tiene el Barcelona como equipo de Primera División (en la Asamblea vale igual el voto de un club de Primera que el de un árbitro aficionado), sino de todos los votos que arrastra en Cataluña un club que en su región controla todo lo que se mueve en fútbol (y en lo que no es fútbol). Y ahí es donde entra la campaña de exigencias del Barcelona que estamos viendo últimamente: No piensan facilitar la reelección de Villar gratis, saben que su apoyo puede ser tan crucial como el que le dio Laporta en su momento y no se lo van a poner fácil. Que les pite Clos Gómez en las salidas complicadas y Undiano en los partidos ante rivales como Madrid y Atleti no parece suficiente, quieren más. Y Villar está dispuesto a dar, posiblemente vuelva a quejarse a Bartoméu lo mismo que a su antecesor Rosell, "qué más quieres que te dé, Sandro", pero al final acabará complaciendo al Barcelona, como lleva haciendo, no años, sino décadas.
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